Regiones dentro de regiones, países dentro de países: Enclaves, la geografía demencial

Bienvenidos a uno de los aspectos más locos de la geografía humana. Hablemos de fronteras. El ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor, define límites y líneas imaginarias que separan países; también culturas, lenguas y costumbres. No pocas veces, los accidentes geográficos, tales como cordilleras, ríos, o mares, hacen de frontera. En otras ocasiones, las divisiones cruzan territorios, al son de acuerdos políticos o de invasiones militares que se produjeron antaño.
Hablemos de fronteras, sí, pero hagámoslo acerca de un tipo muy peculiar de fronteras. Son las ‘islas fronterizas’, los terrenos que, de manera juridisccional, están por completo rodeados de otra jurisdicción. Son los denominados enclaves. Los enclaves pueden referirse a países, o a regiones, o a estados y, créanme, existen algunos de lo más insólitos. Hay muchos, repasar todos daría para una serie de artículos. Conozcamos pues los más cercanos y también algunos de los más singulares.

El Condado de Treviño: Burgos dentro de País Vasco

Ubicación del Condado de Treviño (Burgos), enclavado en la provincia de Álava. (Fuente: Wikipedia).

Este es probablemente el caso más conocido, por ser el más cercano. Perteneciente a la provincia de Burgos, el Condado de Treviño tiene una superficie de 260 kilómetros cuadrados. Se encuentra territorialmente en Álava, pero a nivel jurídico pertenece a la provincia de Burgos.
El origen de este ‘capricho geográfico’ tiene su origen en la Edad Media, concretamente en tiempos de la llamada Conquista de Navarra, por parte del Reino de Castilla. En tales episodios de disputas entre ambos reinos, el condado, fundado en 1161 por Sancho VI de Navarra, pasó a encontrarse bajo el control de Castilla en 1200. Las particularidades del territorio, bajo control más inmediato del Conde de Treviño perduraron durante los siglos siguientes. Ya en el año 1833, cuando Javier de Burgos llevó a cabo la división territorial en las provincias que hoy conocemos, primó el criterio jurídico sobre el territorial para el caso de Treviño. El condado quedó enclavado dentro de Ávila.

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Pintada reclamando la pertenencia de Treviño a Álava

La situación, claro está peculiar, origina no menos anécdotas. Por ejemplo, los teléfonos fijos del condado tienen el prefijo de Álava. Esto que puede parecer no tener importancia, sí la tiene cuando se trata de servicios de emergencias, porque cuando se llama desde un fijo al 112, el paciente acaba en Álava a poco más de 30 kilómetros; sin embargo, si se llama desde un móvil es posible que se traslade a Burgos, distante a más 100 kilómetros.

Las reivindicaciones territoriales, cómo no, son recurrentes. Por ejemplo, en 2017 el Senado rechazó una iniciativa de Bildu, junto con el apoyo de PNV y Podemos para, en palabras del grupo político, ‘poner fin al anacronismo’ y ‘salir’ de Burgos.

Llivia: Un trocito de España dentro de Francia

No mucho más lejos, a escasísimos kilómetros de la frontera española, en Francia, encontramos otro curioso enclave, esta vez entre países. Se trata de la población de Llivia, situada en el corazón de los Pirineos. Pertenece a España, provincia de Gerona, pero se encuentra por completo rodeada de territorio francés.

Localización del enclave de Llivia. Próximo a la frontera pirenaica de España, pero rodeada de Francia (Fuente: Google Maps)
Vista aérea de Llivia (Fuente: Wikipedia)

El enclave de Llivia procede de lo que podríamos considerar una excentricidad de un acuerdo de paz, el Tratado de los Pirineos. Firmado en 1659, el tratado puso fin a la Guerra de los Treinta Años, uno de los innumerables, sangrientos y larguísimos conflictos que han tenido lugar en Europa (las guerras mundiales sólo fueron las últimas). La cuestión es que España cedió una franja de territorio del norte de los Pirineos, tales como el Rosellón y otras comarcas. Se quiso precisar que se cederían todos los pueblos, a excepción de las villas y, adivinen, Llivia ostentaba dicho título. De esta manera fue cómo quedó excluida del la traspaso a Francia y quedó enclavada en el país vecino.
Cabe mencionar, por ejemplo que durante la Guerra Civil, Llivia permaneció fiel al bando republicano hasta febrero de 1939, es decir, sólo 2 meses antes del final de la contienda. Las tropas nacionales tuvieron que pedir permiso a Francia para cruzar su territorio y poder tomar el enclave. Durante la Segunda Guerra Mundial, en plena ocupación alemana del país galo, las tropas nazis nunca llegaron a entrar en Llivia, pero la situación debió resultar bastante tensa e incómoda, pues algunos contingentes alemanes patrullaron y merodearon los alrededores. El gobierno español ordenó una estrecha vigilancia del enclave para evitar que se convirtiera en un nido de espías y conspiradores.
En la actualidad, Llivia tiene una población de unos 1.500 habitantes. Desde España se accede por la carretera N-154, la D68 para los franceses, ya que es la misma vía. Esta ruta goza del estatus de libre circulación desde el siglo XIX, como acuerdo entre España y Francia, todo ello mucho antes de llegar a imaginar cualquier unión aduanera europea.

Lesoto: El país dentro de Sudáfrica

Ubicación de Lesoto, dentro de Sudáfrica

Lesoto es un país enclavado en Sudáfrica. Con 30 mil kilómetros cuadrados y algo más de 2 millones de habitantes, su capital, Maseru es a su vez una ciudad fronteriza, pues se encuentra en el límite norte del país con el país sudafricano. Posee una gran homogeneidad étnica. El territorio de los denominados basutos fue un protectorado británico y se benefició del apoyo británico por la condición de opositores al régimen racista sudafricano, impuesto por los ‘bóers’ o afrikaners. Estos eran colonos de origen holandés que poblaron Sudáfrica y establecieron el tristemente régimen racista conocido como Apartheid. Finalmente, Lesoto obtuvo su independencia del Reino Unido en 1966.
La trayectoria de este país enclavado no ha sido fácil. En su condición de encontrarse rodeado, ha sido siempre extremadamente vulnerable y dependiente de Sudáfrica, lo que unido a una gran inestabilidad política se traduce en una nación con unos elevados índices de pobreza.
Durante el invierno austral es común que la altitud del terreno de Lesoto haga que la totalidad del país se encuentre cubierta por la nieve. Pero si hay algo por lo que sea tristemente conocido este pequeño país es por la gran incidencia del sida, nada menos que del 30 por ciento. La esperanza de vida es de apenas 37 años.

Rizar el rizo. El pueblo dividido en decenas de enclaves: Baarle-Hertog

Vista de Baarle-Hertog en Google Maps.
No tiene desperdicio acceder y ver el increíble ‘pifostio’
de fronteras en tan poco espacio.

Concluimos el viaje por los enclaves deteniéndonos en la excentricidad más notable de Europa en lo que a enclaves se refiere. Se trata de la población de Baarle-Hertog y se encuentra en la frontera entre Bélgica y Holanda. ¿A qué país pertenece? La respuesta rápida es decir que a Holanda o a los dos, porque está formado por la localidad holandesa de Baarle Nassau y la belga de Baarle Hertog. El grandioso lío radica en la multitud de enclaves, nada menos que 20 enclaves belgas en territorio holandés y 7 enclaves holandeses en territorio belga. Y no, no es una broma.
El origen de este despropósito de fronteras está en el imbricado sistema de límites feudales de la Edad Media. Durante siglos, estos territorios experimentaron un ‘intercambio de cromos’, cambiando literalmente parcelas de terreno de unos señores a otros, sin que la situación se llegase a solucionar. Ni siquiera la Paz de Westfalia de 1648, cuando España perdió Flandes y reconoció la independencia de Holanda, arregló el entuerto.

No, no era broma. En amarillo, el territorio belga, el resto es territorio holandés.

En el siglo XIX la situación estuvo cerca de tener un orden y concierto. Se planificó una ordenación y racionalización de fronteras, pero la revolución e independencia de Bélgica en 1830 dio al traste con el plan. Nueve años después, Holanda reconoció a Bélgica y en 1843, en el Tratado de
Maastricht, se intentó de nuevo fijar unas fronteras racionales. ¿Qué pasó entonces? Pues que el lío para establecer la nacionalidad de los habitantes de las más de 5 mil parcelas de terreno era de tal envergadura que finalmente se adoptó la decisión de establecer el lote de enclaves fronterizos.
De las decenas de enclaves de Baarle-Hertog, el más pequeño apenas tiene 2 kilómetros cuadrados y encima es objeto de disputas entre Bélgica y Holanda.

A lo largo de los dos pueblos las fronteras están claramente señaladas en las aceras.

El pueblo, o los pueblos para ser más preciso, cuentan con una población total de unos 8.000 habitantes. Cada uno dispone de sus propios ayuntamientos y de otros servicios ‘duplicados’, como policía, bomberos, consultas médicas, etc.
La división es real, tan real que las diferencias de legislación se aplican. No quiero imaginar cómo se resolvería un posible crimen o persecución. Por ejemplo, los horarios comerciales varían de una zona belga a otra holandesa. El esperpento llega al punto de que, en la zona holandesa los comercios cierran antes que en la belga y en algunas terrazas, las sillas se mueven a la zona belga cuando la ley holandesa ordena el cierre del restaurante.

Pero el despropósito más grande viene quizás de la mano de los impuestos. Como los enclaves son tan pequeños, estos atraviesan literalmente parcelas y edificios. ¿En qué países tributan los habitantes cuyas casas o apartamentos se encuentran divididos? Depende de la puerta. Si la puerta se encuentra en enclave holandés tributan a Holanda y a Bélgica en caso contrario.


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