Ponte City, la distopía vertical

Desde el centro de la ciudad de Johannesburgo se yergue un enorme edificio circular de 173 metros de altura, desde cuyos pisos superiores puede divisarse la totalidad de la urbe más grande de Sudáfrica. Es aún hoy día el edificio residencial más alto de África. En un simple vistazo, puede parecernos con escasa dificultad, una ufana representación de estatus, tal como se manifiesta, destacando en el skyline de la ciudad. También les parecerá a la gran mayoría, servidor incluido, una construcción de dudoso buen gusto.

Los tiempos del Apartheid

Construida y finalizada en el año 1975, en aquellos tiempos imperaba un sistema político y legal en Sudáfrica, el Apartheid, cuyo significado en lengua afrikáans significa ‘separación’, el cuál estuvo vigente desde 1948 hasta, por increíble que parezca, el año 1992. Ese sistema abiertamente racista garantizaba la preeminencia de la minoría blanca frente a la mayoría negra. Los lugares públicos, el transporte, la educación, la sanidad; todo, absolutamente todo, estaba regulado de manera que, la población blanca desarrollaba su vida al margen de sus vecinos negros, confiriéndoles a éstos últimos un estatus de segunda clase, sin ambages. Los negros sólo podían acceder a zonas reservadas a los blancos si poseían un pase policial, y lo mismo era aplicable para el acceso de un blanco a una zona de población negra. Si en algún lugar era imposible establecer una separación física clara, por ejemplo, una oficina de la administración pública, de manera que se mezclaran blancos y negros en una misma cola, la prioridad la tenían los blancos.
Pensar que un sistema así pudiese haber estado vigente en la segunda mitad del siglo pasado, produce asombro, pero que fuese capaz de persistir hasta entrados los años 90, ¡hace menos de 30 años!, es algo del todo increíble, a la par que vergonzoso. No será quién escribe estas líneas quién juzgue jamás hechos pasados ateniéndome a parámetros actuales, pero el Apartheid es una de esas excepciones. Nada, absolutamente nada, podía justificar su existencia en plenos años setenta, ochenta o noventa del siglo XX. De hecho, desde los años 60, la presión y el aislamiento fue incrementándose de manera significativa. Tan solo el contexto de la Guerra Fría y su posicionamiento en contra de los movimientos pro-comunistas en el continente africano, posibilitó que algunos países hiciesen la vista gorda y entablasen relaciones diplomáticas y comerciales. A pesar de ello, no dejaron de caerle las condenas al Apartheid y el país llegó a ser expulsado de los juegos olímpicos.

Breve auge y decadencia

Puestos en contexto, regresemos al Johannesburgo de mediados de los 70. Por entonces, el atractivo de vivir en esta mole era bastante elevado. Como el propósito principal del edificio era albergar residencias, los arquitectos tuvieron que ingeniárselas para cumplir con la normativa constructiva municipal, la cual obligaba a que los baños y las cocinas recibiesen luz natural. El recurso que aplicaron fue concebir la torre con un gran hueco interior, a la manera del típico patio interior de los bloques de pisos tan comunes en España, en este caso de un tamaño y altura descomunal.

Imagen promocional de los apartamentos de Ponte City

Ante las vistas de la ciudad que se ofrecían desde los apartamentos de alto standing de la flamante torre, el porvenir de Ponte City parecía garantizado. La demanda de ocupación era grande y satisfizo las expectativas de sus promotores. Pero las cosas no tardaron en torcerse, y en pocos años se pasó del ‘sueño’ a la ‘pesadilla vertical’. Durante los años 80, las actividades e influencia de las bandas criminales aumentaron exponencialmente en los barrios de Berea y Hillbrow, donde se encuentra Ponte City, y la población de alto poder adquisitivo abandonó el edificio. La torre se convirtió en un centro de drogas, crímenes, prostitución y de suicidios. En sus años de mayor decadencia se la llegó a conocer como ‘la central de los suicidios’. La basura se arrojaba desde las ventanas del patio interior, haciendo que los desperdicios se acumularan hasta llegar a tapar hasta cinco de los pisos bajos. Mejor no imaginar las condiciones higiénicas, sin contar la criminalidad.
Pero habían pasado los años y el Apartheid era historia. Para finales de los 90 las autoridades no sabían muy bien qué hacer con aquella ciudad del crimen hecha torre. Se llegó a pensar en crear una cárcel vertical, pero se acabó desechando tal posibilidad, lo que habría sido un colofón de pura distopía para una historia de por sí distópica, aunque terriblemente real.

Vista del descomunal patio interior de Ponte City. Más que un apartamentos de lujo, veo un edificio ‘Cyberpunk’

La ‘New Ponte’

El 2007 la torre fue adquirida por una empresa y se puso en marcha un plan de revitalización del edificio que logró lo que parecía imposible: adecentar y que aquella torre dejase de ser un lugar maldito y condenado al olvido y la vergüenza. No sólo Ponte City; las residencias aledañas y barriadas de la zona de Johannesburgo mejoraron sus condiciones de cara al Mundial de fútbol que se celebró en el año 2010, evento este que suponía la consolidación simbólica de una Sudáfrica abierta que había pasado página a los ignominiosos años del Apartheid.

Un edificio con semejantes características no ha pasado desapercibido a fotógrafos y cineastas, apareciendo en varias películas, siendo quizás Distrito 9, del director sudafricano Neil Blomkamp la más conocida.

Como colofón, blancos y negros conviven hoy día en Ponte City. En este interesante documental puede verse cuál es el estado actual de aquella torre, cuyo pasado es digno de la más demencial de las distopías.

La Torre de David

No es la historia de Ponte City una excepción de moles de hormigón abandonadas a merced de la miseria. Centro Financiero Cofinanzas, más conocida como ‘Torre de David’ y ubicada en Caracas, es otro triste icono de edificio abandonado a su suerte:

https://www.plataformaarquitectura.cl/cl/776180/ya-puedes-ver-el-documental-completo-sobre-la-emblematica-torre-de-david-de-caracas

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