Durante cientos de generaciones, nuestros antepasados debieron transmitir sus conocimientos de canto y de ejecución de instrumentos de viva voz. De la misma manera que se hacía con las leyendas, historias y mitología de los pueblos. Toda la cultura y el conocimiento de las civilizaciones de la Prehistoria se transmitían oralmente. Con la aparición de la escritura, el saber pudo registrarse y pasar inalterado de generación en generación. Gracias a ello, hoy podemos, por ejemplo, conocer mejor cuáles eran las inquietudes, los anhelos y en buena parte, la forma de vida de las primeras culturas de la antigüedad. ¿Y qué sucedió con la música? En occidente, la forma escrita de registrar la música más antigua que se conoce es la notación griega, la cual constaba de caracteres alfanuméricos y se distinguían dos tipos distintos, una para el canto y otra para los instrumentos. Pero, ¿De dónde proviene la notación Do Re Mi Fa Sol La Si?
La notación musical que hoy se utiliza apareció en la Edad Media y son varios los monjes involucrados. Primero hay que mencionar a un monje benedictino del norte de Italia, Pablo el Diácono, que vivió en el siglo VIII. Como es sabido, durante la Edad Media, la mayoría del saber se concentraba en los monasterios. Pues entre la producción literaria de este Pablo el Diácono figura el Himno a San Juan Bautista. Un par de siglos más tarde aparece en nuestro camino otro monje, también benedictino e italiano, Guido de Arezzo, quién vivió entre los siglos X y XI. Se dedicaba, entre otras cosas, a impartir canto. Resulta que viendo lo difícil que era enseñar la música, tomó las primeras sílabas del mencionado Himno a San Juan Bautista, de Pablo el Diácono. Con ello pretendía establecer un método nemotécnico, es decir, una ayuda para memorizar las notas musicales. Más claro aún:
Ut queant laxis Para que puedan
resonare fibris exaltar a pleno pulmón
mira gestorum las maravillas
famuli tuorum estos siervos tuyos
solve polluti perdona la falta
labii reatum de nuestros labios impuros
sancte Ioannes San Juan
Mejor así, ¿Verdad? Un momento, ¿Ut? ¿No es Do, la primera nota? Pues así se denominó hasta que otro monje, Giovanni Battista Doni, cambió su nombre por Do, para facilitar el canto (cierto es que cantar Ut no suena nada bien). Guido de Arezzo contempló 6 notas, es decir, hasta la nota La. La séptima y la más aguda, Si, no apareció hasta el siglo XVI, cuando Anselmo de Flandes la incorporó a las otras seis.
Bueno, ¿Y qué tal ese Himno a San Juan Bautista? Pues así suena, cosa que sabemos, cómo no, gracias a la notación musical.