¿Desde cuándo es Gibraltar británica?
Técnicamente, desde 1713, año en el que se firmó del Tratado de Utrech, del que hablaremos a continuación. Pero en la práctica Gibraltar ya se encontraba en manos inglesas nueve años antes, es decir, desde 1704, cuando una flota anglo-holandesa tomó el peñón.
¿Por qué Gibraltar es británica?
Gibraltar es hoy día británica, porque en el susodicho Tratado de Utrech, el cual es un documento que expresa el acuerdo entre varios países, se expusieron las condiciones de paz, tras haber finalizado la conocida como Guerra de Sucesión Española. Aclararé antes una cosa: Todo el mundo sabe que durante el siglo XX tuvieron lugar la 1ª y 2ª Guerra Mundial que, si bien tienen el apelativo de mundial, también es conocido el origen europeo. Pero eso no significa que Europa no hubiese estado antes envuelta en un sinfín de contiendas; al contrario, el viejo continente tuvo que sobrellevar un montón de guerras de carácter internacional, en el que bastantes países lucharon por sus intereses; que si la Guerra de los 30 años, que si la Guerra de los 80 años, que si la Guerra de los 100 años, y así podemos enunciar un buen puñado más. Entendido, muchas guerras en Europa, pues bien, hay que tener en cuenta que las actuales nacionalidades europeas son en buena parte el resultado de toda esa serie de guerras con sus consiguientes tratos, cesiones de territorios, pérdidas, ganancias, compensaciones y un largo etcétera de tejemanejes. ¿A qué viene esta aclaración? Viene a comprender mejor qué sucedió con Gibraltar como elemento de aquel Tratado de Utrech, el acuerdo por escrito que firmaron las potencias protagonistas de una de esas guerras internacionales, en este caso la Guerra de Sucesión Española, mencionada con anterioridad.
¿De qué va la Guerra de Sucesión Española?
Esto daría para otra entrada en el blog, así que habrá que sintetizar. Viajemos a la España de finales del siglo XVII, la del final de la dinastía de los Austrias, la estirpe, otrora personificada en grandes e importantes monarcas, se encontraba entonces encarnada en el frágil, achacoso y menguado rey Carlos II. La extrema endogamia, propia de las casas reales de la época, alcanzó su culmen con esta persona, débil y manifiestamente incapaz para llevar las riendas de un inmenso imperio, con la responsabilidad y dificultades que acarreaba. Tales eran los males que le afligían, que pasó a la posteridad como ‘El hechizado’, como si todos los males y sufrimientos del desgraciado Carlos fuesen culpa de agentes externos. El imperio hispánico ya no era lo que fue. Como todos los imperios, éste no iba a ser menos y la fecha de caducidad se asomaba. Muy, pero que muy inoportuno para los intereses del reino era la frágil condición del rey Carlos II, pues la sucesión de «fuegos» a apagar dentro y fuera de la península hacían que el reino languideciera a pasos agigantados, camino de abandonar la condición de primera potencia mundial. Parecía como si el monarca representara perfectamente la decadencia que ya estaba en marcha. Al Hechizado le casaron un par de veces, ambas con mujeres de buenas credenciales familiares de fertilidad, pero nada, las reinas no quedaban encintas y cuando el final de la vida del rey estaba cerca, las demás potencias rivales, Inglaterra y Francia, ya estaban afilando los cuchillos y proponiendo a sus candidatos para suceder a Carlos II, que falleció en 1700. Por decadente que estuviese el reino, no dejaba de ser inmenso e influyente, así que era un pastel extremadamente jugoso. Así pues, al igual que con las guerras mundiales del siglo XX, se crearon dos grupos de países enfrentados en intereses. Por una parte, los austracistas, que propusieron como sucesor al Archiduque Carlos, sucesor de la familia de los Austrias. En la otra parte, el grupo de los borbónicos, los que defendían la sucesión por parte de las casa de los Borbones, la de los reyes de Francia. Para Inglaterra, como es natural, la idea de una España y Francia aliadas por lazos familiares era algo que contravenía por completo sus intereses, de manera que apoyaron la candidatura del Archiduque Carlos. También lo hicieron los Países Bajos. ¿Y en España? Pues el follón estaba servido, porque el país quedó internamente dividido entre quiénes apoyaban al archiduque, sobre todo en la Corona de Aragón y los que secundaban a Felipe de Borbón, en su mayoría en Castilla.
Un momento, un momento ¿de verdad toda esta guerra, porque un rey «palmó» sin descendencia? Por supuesto. No olvidemos que, hasta la Edad Contemporánea que traería casi un siglo después la Revolución Francesa, los conceptos de nación, ciudadanos y representantes, no existían. Los reinos eran, literalmente, propiedad y responsabilidad de los monarcas, por mandato divino, nada menos.
¿Porqué se tomó Gibraltar?
Es en el contexto de esta guerra de sucesión, cuando una flota de ingleses y holandeses intentan tomar la ciudad de Barcelona. Allí existía una facción considerable que apoyaba la causa austracista, pero no llegaron a rebelarse, de manera que el asedio de la ciudad condal fracasó. En 1704, la misma flota emprende la marcha hacia el sur, ataca la zona costera de la Bahía de Algeciras y acaban capturando la plaza de Gibraltar, escasamente defendida y poco preparada para un envite de miles de soldados enemigos. 4 años después, otra flota tomó la isla de Menorca.
¿Qué interés tenía aquella «roca»?
Y tiene (en presente), habría que decir. Es un emplazamiento situado en pleno estrecho homónimo, en pleno paso entre el Atlántico y el Mediterráneo y entre Europa y África. El casi yermo «pedrusco» de Gibraltar es un lugar que tenía y tiene una importancia estratégica enorme. Para Inglaterra, que por entonces estaba erigiéndose como potencia marítima y comercial a nivel mundial (sería primera potencia mundial hasta la 1ª Guerra Mundial), la posesión de Gibraltar fue un botín excepcional.
¿Y de qué va ese Tratado de Utrech?
Al final, la Guerra de Sucesión acabó con la victoria de los borbónicos. Felipe V, el primer rey Borbón de España, inició su reinado. No sería capaz de afirmar que fue una victoria pírrica, pero sí agridulce. El nuevo rey Felipe V tuvo que aceptar unas condiciones duras del «requete-comentado» Tratado de Utrech y vino a cambiar el orden político de Europa. La gran beneficiada fue Gran Bretaña (Inglaterra se había ya unido con Escocia, por eso no diré más Inglaterra), porque logró, primero romper el monopolio de España con sus inmensas posesiones en América y segundo, porque logró hacerse con varios emplazamientos estratégicos para tener el control de los mares. No sólo eso, la contienda le costó un dineral a Francia, cuyas finanzas se vieron muy afectadas, lo que frustró cualquier atisbo de superioridad francesa en el continente europeo. ¿Qué emplazamientos estratégicos fueron esos que se llevó Gran Bretaña? Gibraltar, obviamente, pero el tratado también le dio la isla de Menorca. Por su parte, Francia le entregó nada menos que toda Canadá. Los holandeses y austríacos tampoco se fueron con las manos vacías, ya que se cobraron los intereses de la guerra con varios territorios italianos.
En lo que atañe concretamente a Gibraltar, el tratado indica literalmente lo siguiente en el artículo X, el cual transcribo a continuación, muy interesante:
El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno. Pero, para evitar cualquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se ven reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho más arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra, se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvencina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos u de las naves surtas en el puerto.
Pero si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarán al fisco y presentada queja de esta contravención del presente Tratado serán castigados severamente los culpados. Y su Majestad Británica, a instancia del Rey Católico consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se dé entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser infestadas las costas españolas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad, libertad y frecuencia de comercio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de Africa, ha de entederse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los moros y sus naves que sólo vienen a comerciar.
Promete también Su Majestad la Reina de Gran Bretaña que a los habitadores de la dicha Ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la Religión Católica Romana.
Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.
En resumen, que España cedía a Gran Bretaña Gibraltar para siempre. Eso sí, si Gran Bretaña decidiera deshacerse del peñón por alguna razón, España tendría la prioridad para recuperar dicho territorio.
¿Qué pasó después?
Vayamos por partes. Primero Menorca, pues está claro que en algún momento volvió a ser española. Fue británica hasta 1782, año en el que fue devuelta a España, en virtud de la victoria franco-española en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Pero Gran Bretaña no estaba dispuesta a deshacerse de Gibraltar y España intentó recuperar el peñón por la fuerza, por supuesto sin éxito. La roca, desde luego, es muy buena plaza para defenderse, con los medios apropiados. Y desde luego no fue por que no se intentara, porque se llevaron a cabo varios asedios. De hecho, la hoy población limítrofe de La línea de la Concepción tiene su origen en los grandes fuertes militares que comenzaron a construirse a partir de 1730, con la intención de arrebatar Gibraltar a los británicos. Aquel campamento, inicialmente de carácter provisional, fue creciendo y creciendo hasta hacerse estable.
A partir del siglo XIX se inicia una serie de episodios bastante desafortunados, desde la perspectiva española. Durante la invasión de Napoleón de España, las tuercas de invierten y el enemigo pasa a ser Francia, país este que además inicia un bloqueo naval con la intención de fastidiar y perjudicar la hegemonía británica en los mares. Gran Bretaña, por supuesto le presta su apoyo a España. En esa situación, en 1810 y bajo el pretexto de evitar la toma de los fuertes de la línea fortificada por parte de los franceses, los británicos solicitan la destrucción de las fortificaciones. Desde entonces La Línea crece considerablemente, a la par que sirve de abastecimiento de alimentos, material y demás, de Gibraltar. Aquí empieza el lío, pues la introducción de mercancías contraviene claramente lo estipulado en el tratado. Por su parte, la ya oficialmente colonia desde 1830, se nutre de colonos de origen maltés, judío y portugués, que van poblando el peñón, los hoy en día conocidos como «llanitos».
Años después tuvo lugar una epidemia y España acordó ceder el terreno del istmo, es decir, el que une el peñón y las fortificaciones españolas, en lo que viene a ser la actual pista de despegue y aterrizaje de aviones. Al final dicho terreno jamás fue devuelto a España.Por cierto, el terreno del aeropuerto jamás fue reconocido como británico por parte de las autoridades españolas.
El siglo XX vino a confirmar la importancia de Gibraltar como punto estratégico. Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en un punto de aprovisionamiento y se construyó un laberinto de galerías subterráneas y fortificaciones. Cuando Franco se entrevistó con Hitler, la toma de Gibraltar fue una de las reclamaciones y aspiraciones, entre otras, del dictador español para entrar en la guerra del lado del Eje. Hitler lo descartó, porque consideró a España más un lastre que una posible ayuda en la contienda. Ya en 1969, la colonia adoptó un estatus que le otorgaba unas condiciones de auto-gobierno muy amplias; esto irritó profundamente a Franco y se cerró «la verja», es decir, la frontera entre España y Gibraltar. Aquel cierre perjudicó económicamente tanto a La Línea como a Gibraltar. No se abrió hasta 1982, como condición indispensable para que España pudiera entrar en la Comunidad Económica Europea.
¿Cuál es la situación en la actualidad?
La polémica con Gibraltar, lejos de acabar, continúa y va para rato. No deja de ser tema recurrente cuando se quiere exhortar a la causa patriótica, pues desde su toma por los británicos, siempre se ha visto como un suceso traumático, como una anomalía que no debe estar ahí. Aduciendo al sentimiento patriótico, existe un resquicio de resquemor, de rencor. Gibraltar es un testimonio vivo, un recuerdo de los últimos tiempos, cuando España fue el mayor imperio del mundo y Gran Bretaña tomó el relevo. Cierto es que Gibraltar es hoy por hoy la última colonia en suelo europeo y eso es una excepción. Es uno de los territorios que se encuentran bajo la supervisión del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas. Gibraltar está presente de manera intermitente en las reivindicaciones políticas entre España y el Reino Unido, unas veces como conveniente cortina de humo y otras a raíz de incidentes en la zona.
Los beneficios fiscales del peñón han disparado la economía de peñón, mientras la región española adyacente sufre una de las tasas de desempleo más altas de la Unión Europea. Mientras Gibraltar tiene una tasa de paro del 3%. También se acusa a Gibraltar de ser un paraíso fiscal, además de hacer la vista gorda con el contrabando de tabaco. Por último, se han producido multitud de tensiones diplomáticas a raíz de disputas territoriales, no sólo por el singular aeropuerto, sino, sobre todo, por el uso de las aguas cercanas por parte de pescadores españoles. Y cuando hay algún roce, España suele tirar de lo dicho en el Tratado de Utrech. La Constitución de los Estados Unidos supera los dos siglos y ahí sigue, pero ¿tiene vigencia un texto de más de 300 años? En el ya conocido artículo X hay lo que hay, todo lo demás es terreno de la interpretación. Ciertamente, sólo se menciona la cesión del puerto de Gibraltar, pero no hay nada escrito de las aguas. Pero es que tampoco se menciona nada sobre las fronteras, ni sobre el terreno ganado al mar efectuado durante años por los «llanitos»; y así un elenco de apreciaciones que dan lugar a desavenencias sin fin. A principios del siglo XXI, el gobierno español inicia conversaciones con el Reino Unido para establecer la soberanía compartida, siendo además Gibraltar tercera parte con voz en tales negociaciones.
Puede decirse, para concluir que, hasta ahora casi todo lo acontecido han sido éxitos para el lado de Reino Unido. La única sombra que se cierne es la incertidumbre a raíz del Brexit, pues no se sabe con certeza cuáles serán las condiciones, tanto de la colonia como de los vecinos.
Estupendo artículo eh? Sin duda has conseguido un magnífico artículo para dummies, pero es que así me he enterado de algunas cosas que ni siquiera me había planteado antes. Chapeau!